Una aventura más

Publicado el 16 de junio de 2018

#Nacionales
Una aventura más

Por Ignacio Ratier

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La última vez que nos reunimos para ver a la Argentina en un mundial, Messi miraba la copa a metro y medio de distancia, y en sus ojos proyectaba la decepción de millones. Ese día llevamos la tv al comedor y toda la familia se sentó a la mesa para alentar. Comimos asado. Todavía estaba el abuelo, a quien le gustaba tomar Don Valentín Lacrado. Lo acompañé desde el mediodía: tomamos tres botellas. Entrada la tarde, tras el pitazo final, lloré como un niño en el piso. El fútbol te destroza.

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¿Soy el único que se preguntó qué sentido tiene llenar de sentido el vacío, con fútbol? Seguramente no. Tres finales perdidas. La evidencia de que al argentino le falta algo: pasta de campeón, carácter, ¿fútbol?, quién sabe. Soy otro más que dijo que ya no se ilusionaría más. Que miraría los partidos en silencio. Que no sufría otra vez. Pero ahora comienza otra aventura. Una aventura más. El fútbol renueva la esperanza.

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¿Dónde estás por ver el partido? La conspiranoia emergerá, como siempre, esta vez, para decirnos que el mundial es una cortina de humo para tapar la situación del país. Boludeces. Decime, ¿dónde estás por ver el partido? El mundial cohesiona, crea sentido de comunidad. Y cuando nos juntamos queremos comer asado o cualquier otra cosa que pueda hacerse a la parrilla. Queremos una picada. Cerveza, fernet, vino, soda, gaseosa. Queremos pintarnos la cara, comprar la camiseta, el buzo, el gorro, la bandera en sus distintas dimensiones. El mundial cuesta y el dólar, a esta hora está a 28,0253349. ¿Pudiste comprar el pack futbol? El fútbol cuesta y revela una verdad.

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Llegué a ver el segundo tiempo de Francia-Australia. Los canguros intentaron cubrir sus limitaciones con una generosa entrega física. Los franceses chocaron las piedras y en dos chispazos (pase magistral de Pogba que termina en penal y combinación magistral que termina en gol del mismo jugador) se llevaron el encuentro. No parece un candidato de primera línea. Tienen grandes jugadores pero todavía se los ve verdes. Después desayuné y puse la previa. El fútbol no es recomendable para los que padecen ansiedad.

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Caballero; Salvio, Otamendi, Rojo, Tagliafico; Mascherano, Biglia; Meza, Messi, Di María; Agüero. Vamos, Argentina. Fútbol y corazón.

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Desde el inicio advertimos que el partido será difícil. Islandia se defenderá y cortará con falta cualquier intento de cambio de ritmo. Saldrá de contra cada vez que encuentre espacios. Buscará ganar de arriba aprovechando la altura de sus jugadores, incluso lanzando laterales al área.

Las ráfagas de Messi alimentarán la ilusión. Nos encontraremos con un Agüero en buena forma, resolutivo, dispuesto a poner su jerarquía al servicio del equipo. LLegará el gol del Kun, golazo, de media vuelta y de zurda. Hasta el Diego lo gritará. Pensaremos que las cosas se encaminarán por la senda del triunfo. Pero no.

Un centro cruzará el área, arquero y defensa dubitativos. La jugada se presentará al “Son” de Islandia. Un remate rasante impactará las manos de Caballero y Finnbogason capturará el rebote. Gol. Silencio. Preocupación. El resto de la primera etapa desnudará el desacople de Biglia, sus escasos recursos para resolver las situaciones del partido así planteado.

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Del primer tiempo sentado frente al tele quedará poco. Ahora veré el partido parado, de cerca, mientras el frío del piso se cuela por mis medias Ardidas y me transporta a la mismísima Reikjavik.

Los mismos once. Biglia en cancha. Pediremos Lo Celso, su frescura y profundidad. Entrará el impredecible Banega y se internará en la helada arboleda de Moscú. Mejores pases y la cuota de desorden de siempre.

Mascherano frenará todos los contraataques. Bien Mascherano.

Penal a Meza. Que lo patee el Kun, el Kun está bien. Irá Messi. Vamos, Messi. Errará Messi, contendrá un arquero random que ofrece certezas en cada intervención, para desgracia nuestra. Maradona pedirá apoyo y el diez se apagará y cada tanto titilará confundido buscando huecos inmediatamente tapados por piernas islandesas, que se interpondrán como troncos húmedos en el camino.

Entrarán Pavón e Higuaín. Se encontrarán con el equipo. Aportarán más que los recién salidos. Penal a Pavón. El polaco no cobrará  y darán ganas de escuchar a Wagner e invadir su país.

Los espacios se cerrarán y el tiempo se consumirá. Tiro libre. Messi rematará y los jugadores taparán. Espacio-tiempo aprietan el cuello de un país entero. El fútbol, a veces, asfixia.

Una aventura más, si no se sufre no es fútbol.