Por Soria y Obes
Las intervenciones federales son conocidas en doctrina como remedios de excepción, un giro sanitarista de los doctrinarios para devolver salud institucional a un organismo caído en desorden.
Yrigoyen pasó a la historia como un aplicador sistemático del remedio, las veces que los «desórdenes» provinciales fueron gestionados por opositores. Un ingeniero político con recetario en blanco, fue (y es) el manejo de este instituto disciplinador.
Nuestra provincia es pródiga en intervenciones federales, los partidos mayoritarios, el PJ y la UCR, también tuvieron (y tienen) las suyas, con lo cual la excepción menos excepcional de la experiencia, ofrece una perspectiva curada de dramatismo.
Martin Rodriguez se preguntó por estos días el para qué de la intervención al PJ, asumiendo de manera tácita la tesis moyanista de «la cáscara vacía», es decir, de que el cuerpo político del peronismo está en la calle y no en las superestructuras.
La tesis del camionero expuso en su momento la disyuntiva de quedar atrapado en la membresía de un instrumento sin efectos reales. Ser parte de un fruto descompuesto: una naturaleza muerta «pintada» con realismo.
Leyendo la historia del peronismo provincial se ve a un joven Carlos Juárez pulseando por quedarse con el sello inventado por Perón, en tiempos donde la ocupación del partido traía consigo la cartografía de un partido de gobierno.
Cincuenta años después, en lo que fue la primera y única intervención federal del siglo XXI, perderá el gobierno y luego la jefatura del partido, y esta vez se operará el cambio de régimen en la provincia.
¿Qué remedia una intervención?, pudo plantearse la jueza Servini de Cubría, antes de esgrimir la orden controversial. Poner en manos de una facción minoritaria del peronismo los recursos del PJ, dirá Ernesto Calvo, es sembrar la discordia entre los compañeros en beneficio de Cambiemos.
El tiro de la intervención tuvo testigos directos y otros solidarios que aseguran no ser parte de la acción, aún cuando operasen medidas similares. Lo hecho por la jueza electoral es rebatible en orden a sus justificativos y a la persona del interventor; si Duhalde conseguía la medida para el PJ de la provincia de Buenos Aires, ¿tendrían mejores argumentos para justificarlo?
El remedio con que se cura una racha perdedora (palabras menos fue la justificación de la intervención del PJ) -la misma jueza declaró la defunción de Proyecto Sur una semana después- demostró el activismo de la justicia electoral para «reordenar» la competencia política, en momentos donde el movimiento nacional se disputa con distintas frecuencias la representación del todo.
Desde que Sartori describió el mundo de la videopolítica, la savia de los partidos se mudó a la vida de los sets televisivos y a las redes sociales. Su subsistencia legal, el rasgo moroso en el que se produce esta existencia, fue sorprendida por la mala fe de la justicia, que una vez más pone en aprietos al gigante invertebrado.