Por Ignacio Tahhan
Soy Argentino, resido en la Ciudad de México. Mi feed de Facebook se nutre de noticias de varios lugares del mundo y, sin mucha perspicacia, descubro que el tema del “aborto” está en Argentina nuevamente en agenda. Propio de la operatoria facebookeana, todos opinamos a favor o en contra, dilucidamos una y otra vez salidas argumentales en un terreno paradójico, intrincado y recursivo. Esos territorios son sinuosos para la voluntad y la prudencia, ya que cualquier imagen, dato, comentario, invoca una obligación casi ontológica a argumentar. Yo también sucumbí, como casi siempre, sin resistir demasiado.
Me topé con una imagen un tanto peculiar, la cual fue objeto de motivación de este artículo. Por varias razones; en principio porque en la imagen se cita al célebre filósofo asturiano Gustavo Bueno, gestor del sistema denominado materialismo filosófico. En segundo lugar, dos frases sobre el aborto muy a su estilo, recogidas de un par de entrevistas sobre las que luego pretenderé profundizar. Y por último, un detalle que no me resultó menor: debajo del nombre del filosofo, en un acto de doble legitimación, la afirmación aclaratoria: «Marxista y Ateo».
Aunque Bueno declara que su postura en relación el aborto no responde a una cuestión política o religiosa, sino filosófica, no debemos pasar por alto esta búsqueda de legitimidad por parte del creador de la imagen, algo que considero, a mi parecer, innecesario, dado que estamos hablando de Gustavo Bueno, uno de los intelectuales españoles más importantes del siglo XX y XXI. En principio la imagen es imprecisa, o por lo menos reduccionista, entre otras cosas, por que el mismo Bueno se define también como ateo/católico y marxista/heterodoxo. Quizás el autor pensó convenientemente, que una descripción mas acabada sería demasiado extensa. Eso seria al menos sospechoso, ya que a los fines prácticos de la imagen en tanto «meme» (unidad teórica de información cultural), estaría incurriendo en una suerte de negligencia.
Antes de continuar, pretendo una salvedad: no aspiro bajo ningún punto de vista, a oponerme intelectualmente o a ubicarme a la altura del eminente filósofo. No me seria posible. No tengo las herramientas intelectuales y sería condenarme al ridículo. Al mismo tiempo, el análisis opera parafraseando los trabajos de Fermín Huerta y Laura Klein, quienes esgrimen con maestría argumentos que aquí se despliegan.
Dadas las discusiones que suscitó la imagen y la vigencia del tema en cuestión, me pareció oportuno plantear algunas hipótesis en relación a las consignas de la misma, a la luz de la postura del filósofo en relación al aborto, y reflexionar, así sea escuetamente, sobre su pertinencia.
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Primera Cuestión:
Para empezar tomaré la primer frase citada en la imagen. Esta es rescatada de uno de los capítulos del libro El Fundamentalismo Democrático (Madrid, 2010) y representa el último de los tres argumentos que utiliza Bueno en el análisis critico sobre la “Ley 2/2010 – Ley de plazos del aborto” promulgada en el año 2010, a la cuál considera una «degeneración democrática»:
«¿Y qué le importa al germen, al embrión, al feto o al infante, que tienen una vida individual propia y autónoma respecto de la madre, el no haber sido deseado por ella? ¿Acaso puede un hijo asesinar a sus padres porque no desea tenerlos?”
Para entender mejor hacia donde se dirige el autor con esta afirmación, deberíamos extendernos un poco más en su desarrollo. En el capítulo 14 del mencionado libro, el autor critica la idea de “…establecer cortes o soluciones de continuidad en el curso lineal de la ontogénesis de un cigoto, a fin de determinar sobre estos cortes con definiciones prácticas». Y páginas adelante continúa, expresando que destruir al individuo humano en cualquiera de sus fases (germen, embrión, feto, infante) equivale a cometer homicidio: “Tan homicidio es el infanticidio como el feticidio o el embriocidio”.
Durante la entrevista llevada a cabo por la revista La Vanguardia el 16 de julio de 1999*, Bueno expresa una idea de anclaje complejo dentro de la disciplina denominada Bioética, al sostener que más valiosa que la vida es la generosidad, siendo así justificable, matar en defensa de la familia, el grupo, o la sociedad. Bajo ese parámetro personal, en su libro ¿Qué es la Bioética? (Oviedo, 2001) dice: “… la decisión acerca de la viabilidad bioética de un aborto, no se hará depender de principios solemnes, aunque tengan que ver con la «dignidad de la vida», o de la «persona» que va a nacer, o con la presencia o ausencia en su organismo de un alma espiritual», sino que “En líneas generales, el aborto quedará bioéticamente justificado (en nombre de la misma vida humana) en todas aquellas situaciones en las cuáles la continuidad del embrión ponga en peligro la continuidad de la vida de la madre o la del grupo social» (refiriéndose al control de natalidad, por ejemplo, o bien, desde una perspectiva más individualista, a la prevención de que un hijo producto de violación conlleve los rasgos fenotípicos indeseables del padre).
Nos encontramos frente a un conflicto entre la generosidad y la firmeza, como virtudes éticas fundamentales. La generosidad ante el embrión indefenso (en función de su futuro) cederá ante la firmeza debida a la madre. Pero hasta aquí resulta evidente la existencia de una contradicción, ya que su planteo expresa una salvedad «bioética» que admite al aborto como un no-homicidio.
Ahora cabría preguntarnos: ¿qué tipo de riesgo para la vida de la madre implicaría una malformación genética del feto, que justificara el homicidio?
Según un articulo de la BBC MUNDO**, en Reino Unido, debido a una prueba no invasiva de alta exactitud durante las primeras etapas del embarazo, el 90% de las personas deciden abortar al enterarse que su hijo tiene Síndrome de Down. En ese mismo país, el labio leporino y el paladar hendido también eran considerados malformaciones genéticas que, si bien biológicamente no suponen una condición de alto riesgo para la vida de la madre, según la bioética materialista, sí admiten tolerancia justificativa para el aborto, de igual forma que, valga la redundancia, hijo fruto de una violación, portador de rasgos fenotípicos indeseables del padre.
La violación no necesariamente garantiza malformaciones genéticas ni riesgos físicamente concretos para la madre, por lo que no encajan en la categoría «vida de la madre vs. vida del hijo». Y sin embargo, al mismo tiempo, sí encaja como caso extremo de “embarazo no deseado”. Pero vale la pregunta: ¿no existen acaso embarazos no deseados, fruto de relaciones sexuales consentidas; cuándo el nacimiento de un niño impide el crecimiento laboral, motiva su inexorable abandono o disuelve cualquier posibilidad de continuar con proyectos de años de trabajo?
Tampoco estamos al frente de una contienda vital, pues nada de esto contrae consecuencias mortales, pero en ambos casos se apela a las consecuencias psicológicas que conlleva continuar con un embarazo.
Entonces, si los rasgos fenotípicos (físicos) son justificación suficiente para abortar, también deberían de serlo otras cuestiones igualmente amenazantes y psicológicamente desestabilizantes.
Considero, habría que desentrañar la complejísima operatoria del deseo para poder encontrar una justificación a la contradicción en la que incurren estos discursos. Esto implicaría someter a un cateo histórico las voluntades y motivaciones de las CANDIDATAS frente a este debate, y sopesar su viabilidad frente a la bioética materialista.
Bueno plantea que existe una frontera que separa los medios anticonceptivos de los abortivos, y que diferencia el control de la natalidad del homicidio***. Un planteo cercano al Teológico, que adhiere a la noción más extrema, de que los gametos (óvulos y espermatozoides) son seres humanos potenciales, razón por la cuál, método anticonceptivo cualesquiera sea, mantiene hermandad con el aborto y por tanto, reduccionistamente hablando, incurre en homicidio. No importa en qué etapa del desarrollo total del individuo se planteé la interrupción. De hecho, según este razonamiento, incluso la masturbación y el celibato voluntario, por omisión, sería condenable.
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Segunda cuestión:
“Defender el aborto es como defender la esclavitud”
Esta es una afirmación que se extrajo de una entrevista para la revista digital Paginas Digital****. En la misma, Gustavo Bueno sostuvo que defender el aborto es consecuencia de un cúmulo de errores, ya que nunca puede ser un derecho, por que nadie es propietario de su cuerpo o de un embrión:
“Realmente no tiene sentido plantear el asunto políticamente, salvo cuando la política está subordinada a otros principios que ya son extra políticos. Por ejemplo, cuando se dice que el aborto es un derecho de la mujer (…). Un sinsentido. Porque no es un derecho de la mujer. Lo llaman derecho humano. ¿Cuáles son los principios de los derechos humanos? Decir que es un derecho es sencillamente un modo puramente metafórico de equiparar el aborto, por ejemplo, al derecho que un ciudadano pueda tener a comer, o a respirar… Son cosas totalmente distintas. El aborto suele fundarse en la soberanía del propio cuerpo que tiene una mujer”
En principio, no sería un sinsentido decir “derecho de la mujer”, en tanto que el aborto, aunque nos toque en alguna medida a todos, es un fenómeno que le concierne predominantemente al género femenino. Y un elemento que suele obviarse en el debate sobre el aborto es, justamente, el embarazo.
No hay aborto sin embarazo. Y hasta ahora las únicas que se embarazan son mujeres. Por lo que se pone en juego lo que podríamos considerar como una discriminación aceptable; más aún cuando son ellas las que se mueren. Por otro lado, si bien las consideraciones sobre las que se fundamenta el aborto son variadas, casi todas incurren en un elemento estructural: el aborto en condiciones de clandestinidad bajo las cuáles lo efectúan aquellas mujeres de los sectores socioeconómicos más desfavorecidos. Lo que innegablemente conlleva un elemento extra político que subordina a la política y la involucra: la vida de esas mujeres.
Podríamos seguir articulando y desarticulando, pensando y contraargumentando sobre este tema. Pero apartándonos ya del tema de la imagen/meme, debemos reconocer que el debate sobre el aborto no es una cuestión de principios, ni es una lucha de argumentos. El problema, como lo vivimos, es una cuestión de experiencias. Experiencias horribles. Aquellas que deben dar verdadero sentido al pensamiento en relación a las estrategias políticas para afrontar la problemática del aborto.
Y para cerrar deseo remitirme a las palabras de Laura Klein. Una filósofa y escritora argentina que entiende mejor que muchos este fenómeno, y desde la cual surgen muchos de los replanteos que me ayudaron a articular este texto. En su libro Fornicar y Matar (Planeta, 2005), dice:
“¿Hablar del derecho de las mujeres a abortar como si no tuviésemos ese poder? El aborto es ilegal, abortar es delito penal, pero las mujeres abortan igual. No tienen el derecho, pero tienen el poder
…las mujeres ejercen un poder al que no tienen derecho; tienen el poder de infringir la ley. En él reside la fuerza que hace valer la lucha por su legalización: si la ley puede garantizar el ejercicio de las libertades, nos interpela Levi-Strauss, éstas no existen más que por un contenido concreto que no proviene de la ley, sino de las costumbres. Quienes rechazan esa fuerza niegan la parte de la leona que las mujeres tenemos en la experiencia, desconocen ese poder como si fuera peligroso. Y lo es.”
Fuentes:
*http://www.fgbueno.es/hem/1999k16.htm
**http://www.bbc.com/mundo/noticias-37524744
***www.nodulo.org/ec/2010/n098p02.htm
****http://www.paginasdigital.es/v_portal/informacion/informacionver.asp?cod=5216&te=16&idage=9482